Saturday, August 8, 2020

LA TALLA QUE NONINO LE REGALO A GARDEL



 
         
          Por Enrique Espina Rawson.
 

La historia es conocida. Según relató Astor en el libro “Con Astor” de Alberto Speratti, -y que luego repitiera con alguna pequeña variante en varias oportunidades- , en 1934, su padre, Vicente Piazzola, residente en Nueva York, talló un gaucho en madera, dedicándolo abajo con la leyenda “Al gran cantor argentino Carlos Gardel- Vicente Piazzola”. Luego encomendó a su hijo, entonces un jovencito de 13 años, que se la alcanzara a Carlos, en su nombre, como un homenaje. Allí comenzó la episódica relación de los Piazzola con Gardel.  
 
 
                                             Nada haría pensar que esto no haya sido así.  Pero resulta que este relato, perfectamente aceptable, tuvo luego una rara continuación sobre la cual nunca escuché cuestionamiento alguno. La versión tantas veces citada es básicamente así: Cuenta Astor que allá por el año 56 o 57 se encontró con Andrés D´Aquila (su primer profesor de bandoneón) y que este le contó que, en Nueva York, vio en la vidriera de una casa de empeño una figura de madera quemada que representaba un gaucho con la leyenda “Perteneció a un gran cantor argentino”. El precio era 20 dólares. D´Aquila tenía sólo 10. Cuando vuelve al día siguiente la escultura- increíblemente- ya se había vendido. Hasta aquí el relato.
 

Mi primera objeción. Si la estatuilla estaba dedicada a Gardel, no había por que poner que había pertenecido a un gran cantor argentino. Con leer la dedicatoria la aclaración genérica no sólo seria superflua, sino que restaría valor al objeto. Concedo que este argumento podría refutarse, si justamente se hubiera quemado la leyenda que grabó Nonino. Pero en tal caso, ¿cómo sabía el comerciante que había pertenecido a “un gran cantor argentino”?
 

Otra: Gardel inicia la fatídica gira con no mucho entusiasmo. No era nada fácil el transporte por aquellos días en esas regiones. Tenían que acarrear un inmenso bagaje, desde el telón de presentación para los teatros, las guitarras, los trajes de gaucho, las botas, sombreros, ropas de gala, ropa común, partituras, el Linguaphone con el que Gardel, perseverantemente estudiaba inglés, en fin, una parafernalia de objetos heterogéneos de él y los guitarristas. ¿Qué necesidad tenía de cargar, encima de todo esto, con una escultura de madera que estaba como un adorno en su casa, sin fin utilitario alguno, uno más entre tantos recuerdos? De lo que se trataba era de alivianar peso, no aumentarlo con objetos que no tenían ninguna utilidad para la gira. Con el mismo criterio, podría haber agregado un cuadro o un jarrón. Francamente no tiene sentido.


Otros cuestionamientos que opongo a este relato, es que si D´Aquila tenía tanto interés en la estatuilla, hubiera dejado una seña, digamos cinco dólares hasta el día siguiente. Día en que ¡justo! se vende un rato antes. No es imposible, pero… Otras objeciones: En el minucioso inventario que se lleva a cabo en el mismo campo de aviación, y en que se detallan minúsculos objetos hallados, no hay mención a estatuilla alguna, ni de madera ni de ningún otro material. Defino cuando recoge y reenvía a Buenos Aires todos los objetos personales de Gardel existentes en su departamento de Nueva York tampoco registra a esta talla. Con la dimensión y renombre que con toda justicia adquirió posteriormente Astor Piazzola, esta pieza tendría un valor muy grande, no sólo sentimental, sino económico. Raro es que quienquiera que tuviese este objeto guardara tanto silencio a través de tantas décadas.

 

 Tampoco Adela Defino registró esta estatuilla, ni ningún coleccionista aludió, siquiera tangencialmente, a la misma. Añado a estas líneas algún recuerdo personal. Yo conocí y escuché hablar muchas veces al mismo Nonino. Era un niño y no tan niño cuando, por algunos veranos, concurría habitualmente a la bicicletería que don Vicente Piazzola poseía en Mar del Plata, calle Alberdi, a metros de la entonces Terminal de Omnibus, entre Sarmiento y Alsina, para hacer emparchar o arreglar alguna falla de mi maltrecha bicicleta. Lo recuerdo perfectamente, un hombre alto, delgado, enfundado en un overol de esos tipo Pampero o Suixtil comunes en la época, camisa de tela industrial también, mangas arremangadas, brazos fibrosos, nervudos, pelo gris bastante tupido, anteojos. Fuimos amigos, en la medida que un niño podría serlo de un hombre grande. Era conversador, al menos era conmigo, charlaba cosas interesantes, me contaba que tenía un hijo músico, me relataba cosas de cuando hizo el servicio militar, recuerdo que en un hueco del local repleto de bicicletas tenía pegada una lámina, no sé si del acorazado Moreno o Rivadavia y una foto de Gardel. No tenía porque haberme contado nada de la talla del gaucho, desde luego, pero también podría haberlo hecho. Lo cierto es que nunca lo hizo.


Agrego estas objeciones a cosas relacionadas con este tema, o en todo caso a la relación Gardel-Piazzola. Dícese que el cantor ofreció a Astor tocar el bandoneón en “El día que me quieras”. No hubo tal cosa. Ni tampoco Astor participó de ninguna grabación con la orquesta que acompañó a Gardel. Astor no tocaba tangos en ese tiempo. Lo del canillita sí, como oportunidad para que gane algún dinerillo, que no le venía mal a la esforzada familia. Si hubiera vuelto a filmar, seguramente hubiera encontrado alguna cabida para el jovencito Piazzola. Tampoco resulta creíble que haya consultado con don Vicente la posibilidad de haber incluido a Astor en la gira. Esta, como todas las giras, tenía un claro fin económico, la difusión de Gardel en sus presentaciones personales y, paralelamente, de sus películas.                
                             
 La inclusión de un niño desconocido aún, que tocaba en el bandoneón piezas  clásicas no significaba aporte alguno. Pero si mil inconvenientes. Era un menor de edad ¿quién se hacía cargo legalmente? Podría surgir una enfermedad, un contratiempo cualquiera, habría que aumentar el costo de la gira con pasajes, alojamientos, retribución monetaria,etc..¿Con qué ventaja?           
Personalmente creo que, en caso de haberse tocado el tema con Nonino, no habría pasado de alguna expresión de deseos, algo con vista al futuro, como una charla de cortesía y buena voluntad, y también de aliento para el chico que después sería el gran Astor Piazzola.