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Monday, January 4, 2021

GARDEL: UNA BUENA Y UNA MALA

 


Ha sido aprobada en la Comisión de Cultura de la Legislatura de nuestra ciudad una excelente iniciativa del Dr. Sergio Abrevaya, diputado por el GEN. Se trata de la creación de una Comisión dentro de los términos de la Ley 2.933, que fuera propulsada en su momento por el entusiasta gardeliano y gran amigo Dr. Enrique Olivera, para “preservar y divulgar el patrimonio histórico y cultural de Carlos Gardel”.                                      

     ¿Por qué, precisamente, se dice “preservar”? Porque ningún patrimonio histórico, ha sido tan reiteradamente incursionado y depredado por improvisados “historiadores”, relatores y lenguaraces como el de Carlos Gardel. Recordemos sino, la pretensión de trasladar su lugar de nacimiento al Uruguay, el convertirlo luego en un recluído en la cárcel de Ushuahia, el novelizar el trágico accidente de Medellín como un capítulo final de melodrama televisivo, y, en fin, cantidad de versiones inverosímiles sobre distintas circunstancias de su vida. Por supuesto, el denominador común de estas historias, es la carencia de todo sustento documental.                                                    

Así, en estos días, dos conocidas y apreciadas figuras como las de Martín Caparrós y Alejandro Borenstein se han referido a la manipulación que hubo-según sus dichos- en el traslado de los  restos de Gardel y su posterior entierro en la Chacarita. Anoche, el periodista Carlos Pagni, también dio como ciertas estas versiones. En verdad, nunca nadie había dicho ni imaginado nada semejante, hasta que apareció un libro de Helvio “Poroto” Botana,( “Tras de los dientes del perro”) en el que narra una supuesta conversación entre su padre, dueño de “Crítica” y el presidente Justo, en el cual urden un plan para descomprimir el clima de tensión que se había creado en el país a raíz del famoso debate de las carnes, promovido en el Senado por Lisandro de la Torre. El plan habría consistido en trasladar los restos de Carlos Gardel desde Medellín a Buenos Aires.                                                                

  Nadie puede afirmar si ese plan existió o no. Lo que si puede comprobarse es que si existió no se tomó ninguna medida para concretarlo. En primer término, porque el gobierno no tenía ni arte ni parte en el asunto. En segundo lugar, porque ya lo había así determinado la única persona que tenía potestad para decidir  este tema. Estoy refiriéndome a la Sra. Berta Gardes, madre de Carlos Gardel, que el fatídico 24 de junio de 1935 se encontraba en Toulouse, ciudad a la que viajaba todos los años para visitar a su hermano y otros familiares.                                                     

 Armando Defino, apoderado, albacea y amigo de Carlos la llamó desde Buenos Aires para decirle que lo esperara, que él viajaría a buscarla para volver juntos, y en ese penoso diálogo, doña Berta le comunica que es su deseo que Carlos Gardel sea enterrado en nuestra ciudad. La Comisión de Homenaje a Carlos Gardel, integrada por las figuras más populares de esos años, como Canaro, Libertad Lamarque, Azucena Maizani, Filiberto, Edmundo Guibourg, etc, resuelve en su primera sesión encomendar a Defino para gestionar y ejecutar le decisión de doña Berta. Este, a su regreso de Francia con la anciana, se aboca a esta dolorosa tarea, la que se cumple con todas las dificultades y trastornos propios de las naturales tramitaciones engorrosas de toda índole, partiendo el 14 de septiembre de 1935 y regresando a Buenos Aires el 5 de febrero de 1936. Previamente pasó por todos los lugares en que había actuado Gardel ya que había asuntos económicos sin resolver, y también para traer todas las posesiones de Carlos que se hallaban en su departamento de Nueva York. Todo lo que digo fue ampliamente difundido en todos los diarios argentinos de la época.                                                                 

   El gobierno de Justo no le dio representación oficial alguna ni menos contribuyó para nada con ningún tipo de financiación. Solamente Defino fue portador de una escueta nota de la Subsecretaría de Relaciones Exteriores solicitando a los agentes consulares argentinos se otorgara al portador “la colaboración que pudiera necesitar”. Llegados los restos a Buenos Aires no se ofreció la Casa Rosada ni el Congreso. El Presidente Justo y sus ministros se abstuvieron de concurrir al velatorio, no se mandó ofrenda floral ni hubo ninguna declaración en los medios, salvo las de un conocido representante de la Iglesia, monseñor Franceschi que se mofó del cantor, y de quienes asistían al velorio. ¡Vaya con el plan…!                                                           

  Todos estos hechos están relatados minuciosamente en el libro de Armando Defino “Carlos Gardel, la verdad de una vida”.                  Entre los punto superlativos del proyecto, se destaca la necesidad de contar con una historia oficial del artista, como figura máxima del arte popular argentino. ¡Qué necesario sería!


Enrique Espina Rawson


–Periodista y escritor- Autor de “Disparen sobre Gardel”, “Los 100 peores tangos”, “Gardel inédito”, “Romances de Tango” junto a Lucía Gálvez, y presidente del CEG-Centro de Estudios Gardelianos-

 

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