“Poseo una
medalla que me regaló el Principe de Gales. Es uno de mis mas grandes
admiradores”
(Carlos
Gardel, al periodico francés L’Intransigent
(1931))
La
oportunidad que tuvo el dúo Gardel/Razzano de ofrecerle una actuación al
Principe de Gales en 1925 es un gran
momento en la carrera del Zorzal, aunque casi ningún investigador se ha
detenido en ella.
Este
articulo pretende hacer justamente eso:
Explicar el contexto del
encuentro, y ofrecer algunos
datos que solo tenemos hoy.
En primer
lugar, es importante recordar que la persona
que acompaño a Gardel con su ukelele ese día de Agosto 1925 terminó
siendo Rey de Gran Bretaña y su Imperio en 1936, y sorprendió al mundo unos
meses después de su coronación, cuando abandonó el trono para poder casarse con
una mujer americana que se había divorciado
dos veces. En fin…..gracias a ese famoso acto de 1936 este
miembro de la monarquía britanica es casi tan famoso hoy como Gardel.
1925
El joven príncipe
de la casa Windsor, que tenía muchos nombres pero era conocido por sus amigos
como “David” , ya tenia fama de ser algo
rebelde, y especialmente por su poco amor por el protocolo, pero hasta ese año 1925 en líneas
generales había seguido las ordenes de
su padre el Rey Jorge. Durante la
Primera Guerra Mundial había prestado servicio en el ejército británico, y el
año 1925 lo encontró con el compromiso
de hacer una cuarta y última gira mundial representando a su padre el Rey en
distintos rincones del Imperio Británico
y ante ciertos importantes socios comerciales de Gran Bretaña. Por ejemplo, además de rincones del Imperio como Australia, ya
había visitado los Estados Unidos.
Es en este contexto que se
organiza el viaje histórico a la Argentina. Según el mismo cuenta en su
autobiografía, su padre el Rey había recibido una invitación del entonces
presidente argentino Marcelo T de Alvear…..y la Argentina de esos años era
demasiado importante comercialmente para ignorar. Entonces a una larga gira por las colonias
británicas en Africa, que sería su última gira importante, se le agregó una etapa sudamericana en la que el príncipe visitaría
principalmente la Argentina, pero también pasaría dos días en Montevideo,
Uruguay y estando en Argentina cruzaría
la Cordillera en un trén especial para hacer una visita a Chile de trés días. Ese era el plan.
Montevideo
sorprendió a los británicos por el entusiasmo popular que generó el
principe…..algo sorpresivo en un lugar que no era parte del Imperio
británico. Luego de pasar dos días en
Uruguay en los que el protocolo dominó casi todo, el Príncipe iba a desembarcar
en Buenos Aires el 17 de agosto de 1925. En el puerto estaba esperando el
presidente argentino Marcelo T de Alvear, que tomaba esta visita como un
triunfo personal y había participado en los detalles de la misma.
Al igual
que en Montevideo, los aburridos compromisos protocolares iban a dominar la
primera semana del príncipe en el país. Pero
Alvear, consciente de que el príncipe necesitaba algo
distinto para romper la monotonía, le
había organizado una escapada de dos días a la grandiosa Estancia Huetel, de su amiga Concepción
Unzué de Casares, que quedaba justo en el medio de la por entonces ya famosa pampa
argentina. Cuentan que el príncipe se entusiasmó al
enterarse que iba a conocer “gauchos de verdad”.
Según Razzano, el mismo Alvear los
contrató para entretener a Eduardo en Huetel. El presidente
queria lo mejor para entretener al huesped la noche que iba
a pasar en el campo, y queda claro que en 1925 la fama del dúo había llegado a
la Casa Rosada. Por ende, luego de las negociaciones del caso, le llego a los
famosos cantores la invitación que vemos a continuación:
Los cantores viajaron la noche del
24 de agosto junto con los guitarristas Ricardo y Barbieri, más el agregado de
su valet Mariano Alcalde. Y aquí hay un
dato interesante. Como ven en la invitación, podían invitar a cuatro personas para el viaje a Huetel. Sabían que este tenía que ser un evento privado, sin prensa argentina, pero los cantores
intuían que si el encuentro era exitoso, podía ser un gran golpe publicitario. Entonces tomaron el riesgo de invitar como
“valet” a un amigo, el joven periodista Emilio Ramirez , que luego sería famoso en
Radio Belgrano y con su propia editora (Damas y Damitas, Vea y Lea…) Ramirez
iba a ser testigo de todo y, si el viaje era un éxito, iba a ofrecerle el relato de lo que pasó en Huetel por supuesto de forma anónima, al periodico que se interese.....
Hoy tenemos detalles del encuentro
gracias a este atrevimiento, ya que “el valet” fué la fuente de una extensa nota en el
periódico La Razón. Este, por supuesto, terminó siendo el único medio que “dió
detalles” . Ramirez contó esta historia el
resto de su vida, sin mucha evidencia
para respaldarla, pero ahora cortesía del Archivo Razzano ha aparecido la siguiente nota de
agradecimiento firmada en el tren que los llevaba de vuelta…..y aparece la
firma de Ramirez !
EN EL CAMPO
Dos trenes llegaron bien temprano a la Estación Huetel, que disponía entonces
de un ramal de Ferrocarril Sud y de
andén propio. En uno iba el Principe y
su comitiva. Muy cansado luego de una dura semana de protocolo por la zona de Buenos
Aires, El Principe pidió seguir
durmiendo y recién se levantó al mediodía.
Rechazó participar en una cacería de ciervos, pero aceptó un largo
recorrido en caballo por la enorme estancia.
Mientras tanto, en el gran salón que tenía el principal edificio de la
estancia, se hacían los preparativos para lo que sería una noche
inolvidable. Un asado sensacional, y
durante la sobremesa…..
ESTANCIA HUETEL. En el hall de este edificio, que sobrevive, sucedió el encuentro. |
El
“cronista” de La Razón, que se hallaba presente, narraría los hechos
sucedidos esa noche. “Poco después de las 22, llegaron al gran hall del
palacio, donde se hallaba haciendo tertulia de sobremesa el reducido núcleo de
comensales, el conjunto criollo Gardel-Razzano. Los populares cantores criollos
con sus guitarristas, se instalaron en un ángulo del salón e iniciaron el
programa con la ejecución del celebrado dúo ‘Linda provincianita’”. El príncipe
festejó con entusiasmo la perfomance de los músicos, y a continuación entonaron
“Galleguita”, “Claveles mendocinos”, “La pastora” y “La canción del ukelele”.
Al ver la reacción positiva del agasajado, Sánchez Elía tomó la posta improvisando un repertorio donde se intercalaban canciones norteamericanas e inglesas, para beneplácito del príncipe. Al rato, toda la concurrencia cantaba “Yes! We have no bananas” y otras canciones de moda. El clima distendido y alegre entusiasmó a tal punto a Eduardo que poco después subió a sus habitaciones para buscar su ukelele, el cual llevaba consigo en sus viajes. Eduardo de Windsor templó el instrumento con seriedad, y acto seguido interpretó la popular canción hawaiense que lleva el nombre del instrumento. Tras los aplausos de la concurrencia, el príncipe se animó a más, llegando a acompañar algunas canciones criollas que el dúo interpretó a continuación.
Al ver la reacción positiva del agasajado, Sánchez Elía tomó la posta improvisando un repertorio donde se intercalaban canciones norteamericanas e inglesas, para beneplácito del príncipe. Al rato, toda la concurrencia cantaba “Yes! We have no bananas” y otras canciones de moda. El clima distendido y alegre entusiasmó a tal punto a Eduardo que poco después subió a sus habitaciones para buscar su ukelele, el cual llevaba consigo en sus viajes. Eduardo de Windsor templó el instrumento con seriedad, y acto seguido interpretó la popular canción hawaiense que lleva el nombre del instrumento. Tras los aplausos de la concurrencia, el príncipe se animó a más, llegando a acompañar algunas canciones criollas que el dúo interpretó a continuación.
Cuando
termiraron, el Principe le estrechó con fuerza la mano a los dos cantores que lo habían impresionado, y les regaló una
medalla de oro conmemorativa a cada uno. “ Tienen que venir a Londres…..Londres
los espera” aparentemente le dijo a Gardel,
según relató mucho después su chofer El Aviador. Otro que quedó encantado, y volvió a ver a Gardel en París, fue el Maharaja de Kapurthala, que por esos año formaba parte de la comitiva de 30 personas que acompañaban al Principe. Antes de retirarse a su habitación, el Principe también
les autografió algunas fotos a los
cantores. Aquí vemos la que le firmó a Razzano.
Una foto de
los trés hubiese sido sensacional, pero, como mencionamos, el Gobierno
argentino quiso darle privacidad al Principe. La prensa argentina no había sido
invitada a Huetel, y los corresponsales
extranjeros que siempre acompañaban al Principe estaban ahí pero
probablemente tenía un acuerdo de no sacarle fotos en ciertos momentos.
En algún
momento del día siguiente, todos volvieron a Buenos Aires en los mismos trenes
que habían usado para ir a Huetel.
El Principe tenía el compromiso de visitar Entre Rios y Corrientes, y
luego iba a cruzar a Chile el 10 de setiembre . La visita al país trasandino
terminó siendo mas larga de lo planeado, debido a que una nevada impidió el retorno a la Argentina. Pero existe evidencia que estaba de
vuelta el 19 de setiembre para poner la piedra fundacional de la reconstrucción
de la Estación Constitución. De ahí se fue a Mar del Plata. Desde esa ciudad, el 26 de
setiembre tomaría el barco que lo llevaría de nuevo a Inglaterra.
Agradecemos la colaboración del Archivo Razzano en la producción de esta nota.
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