Aline
Roblot era su nombre real. Pero en el período de entreguerras, en París hizo
famoso su apodo de Madame Billy. Su ocupación era un tanto imprecisa. En Buenos
Aires, por esa época se las conocía como “Madamas”, en Francia, como Maistresse
de Maison. La maison que ella ¿cómo decir?, conducía o regenteaba estaba en el
4, rue Paul Valéry, de París, y desde luego, tenía sus puertas abiertas al gran
mundo de la aristocracia, las finanzas, y por decirlo con sus palabras “…la vie
facile, le luxe, l´infatigable besoin de séduction qui énerve la haute société
à toute heure du jour et de la nuit”.
Su libro es
toda una pintura, una muy audaz pero elegante semblanza de los “años locos”,
que transcurrieron entre las dos grandes tragedias mundiales, ese fugaz resplandor
nocturno, cuando “les violons tziganes, les balalaïkes russes, les bandonéons
argentines, les trombones de Harlem, jouaient à l´unisson. Gauchos et moujiks
se partageaient les rues. Plus parisiens que les Parissiens, les argentines et
les russes blancs étaient les rois de la nuit”.
En 1980 publicó un libro de memorias “Maitresse de Maison”-Editorial La
Table Ronde-, del cual traduciré un gracioso capítulo referido a Carlos Gardel.
Nos cuenta Madame Billy:
-
Carlos Gardel era el rey incuestionable de la colonia latino-americana. Este
tolosano de origen, que el tango transfiguraba, era más argentino que los
argentinos. Yo tuve la suerte de contarme entre sus amigos. Lo había conocido
por Mattos, el autor de “La Cumparsita”. No había fiesta grande sin Gardel. Más
allá que su voz hacía zozobrar, no le faltaban argumentos de seducción: grande,
morocho, la mirada potente bajo sus pestañas sombrías, el hubiera podido rivalizar con Rodolfo
Valentino en la categoría “hidalgo”. Todas las mujeres estaban locas por él, y
él se hacía un deber de satisfacerlas en el mayor número posible.
Gardel cantaba en el Teatro Empire. Yo
acudía seguido, porque luego partíamos a cenar, y hacer la ronda por las
boites. Una vez, en la sala, yo estaba sentada al lado de una pareja. Apenas
bajado el telón, la mujer, sin una palabra de explicación, deja allí a su
marido, para ir al camarín de Gardel. El infeliz, viendo que yo no me movía, se
dirigió a mí:
Usted no va a ver a Carlos Gardel?
No, señor, no vale la
pena.
–¿Ah, usted lo conoce?
No quise sumarme a su confusión.
–No, casi nada. Lo vi una sola vez.
–Señora-me ha dicho él- hace seis días consecutivos que venimos a verlo.
Hace seis días consecutivos que, al fin del espectáculo, mi mujer va a su
camarín. ¿Usted encuentra esto normal? ¿Qué haría usted en mi lugar?
Intenté tranquilizarlo.
-
Esto no es grave, señor. No tiene por que inquietarse, Gardel es casado, y está
bien rodeado. Pero él es muy sensible a los halagos que recibe luego de sus
actuaciones…
El no estaba convencido y, aparentemente, sin ilusiones sobre el comportamiento de su mujer:
El no estaba convencido y, aparentemente, sin ilusiones sobre el comportamiento de su mujer:
-Ah, usted piensa que esto no es grave! A usted le parece normal que por
seis noches seguidas un marido lleve a su mujer a ver a su futuro amante…?
No quise esperar la continuación, y preferí perderme en la multitud. Seis días…Seguramente, la esposa ya había sucumbido.
No quise esperar la continuación, y preferí perderme en la multitud. Seis días…Seguramente, la esposa ya había sucumbido.
Hasta aquí Madame Billy.
Podemos agregar que el 5 de noviembre de 1984, el alcalde adjunto de París,
Francois Lebel, descubrió una placa en
homenaje a Carlos Gardel en el 14 de la Rue de L´Arcade, en compañía del
entonces embajador argentino en Francia, Carlos Ortiz de Rosas y del embajador
itinerante Hipólito Solari Yrigoyen. La placa decía: “A Carlos Gardel, célebre
cantor de tango argentino, nacido en Toulouse el 11 de diciembre de 1890,
habitó en esta casa en 1933”. El diario Clarín del 6 de noviembre, en nota
firmada por Francois Lepot, informando sobre el acto, consignó estas
declaraciones de Madame Billy: “No recuerdo un éxito más grande y duradero de
ningún artista en mi vida, como el de Carlos Gardel. En el teatro Empire, donde
Maurice Chevalier, la Mistinguet y otros grandes del momento actuaban por
quince días, Gardel mantuvo un lleno completo por seis meses, y se fue porque
quiso”.
Enrique
Espina Rawson
Presidente del Centro de Estudios Gardelianos
No comments:
Post a Comment