PROPOSITOS DE ESTA EDICION
Al
emprender la edición de este libro, nos propusimos algo que, quizás, es el
propósito común de todos los autores: trascender. Seguramente esta obra lo
conseguirá, Pero no por los méritos
literarios de las lineas redactadas ahora, sino por el apasionante epistolario,
casi una saga, que entre los años 1932 al 35 escribieron Carlos Gardel y su
apoderado y amigo, Armando Defino.
El que y
relea estas cartas “por avión” que salían y llegaban con frecuencia inusitada
se percatará que en estas frágiles páginas está todo Gardel. Diríamos que es de
lectura imprescindible para quien pretenda incursionar seriamente en el
universo gardeliano. Además de la pequeña historia familiar de Jean Jaures y de
Toulouse, y de las crónicas del ambiente, más las observaciones sobre los
artistas locales de la época, con sus pequeñas miserias y chismorreos, sumando
las humoradas que lo caracterizaban, y sus percances y sus disgustos,
fundamentalmente están los temas conflictivos que debió afrontar nuestro
artista en esa etapa vertiginosa de su vida, plena de realizaciones y de
éxitos.
Pero sobre todo de
inminentes planes que, al concretarse, iban a consolidar en escala nunca vista,
no sólo la trayectoria de su vida, sino la de la industria del espectáculo
argentino. En efecto, el Gardel que debía regresar a Buenos Aires no era sólo
un artista con un nivel de popularidad y prestigio sin parangón para el medio
local, sino fundamentalmente un visionario con capacidad económica propia como para afrontar sin ayuda de nadie la
instalación de estudios de filmación capaces de competir con los mejores del
mundo. A estos fines contaba, ¡ y cómo!
la experiencia acumulada, no solamente en el rodaje de sus películas,
sino en su trato cara a cara con empresarios y productores de América.
Sabemos como
y por qué no se pudo. Y aquí está la gloria de Gardel. Porque no necesitó
llegar a ese último eslabón de la cadena de éxitos que fue su corta vida.
Igualmente su
triunfo fue, y es, pleno, rotundo, absoluto. Porque no compitió ni compite con
nadie, y quizás por eso escapa a las definiciones y a los encasillamientos.
Especialmente al patético de las
enciclopedias: “cantor de tangos”.
Gardel
es el único ejemplar vivo del género Gardel.
Enrique
Espina Rawson